sábado, 14 de mayo de 2011

Beardfish - The Sane Day (parte 1)

Seguimos la serie prometida de entradas de Beardfish con el que yo considero la primera obra real, al menos en mi concepción de la banda. The Sane Day es un álbum doble, con una historia que a veces es seria y a veces todo lo contrario. Incluso ambas cosas a la vez. Es un saco enorme, tanto estilísticamente como líricamente, y en el caben sin apretujarse bailes de salón, grasa afrodisíaca de moluscos, el típico trasfondo de joven incomprendido y deseoso de amor y ese punto de miseria y rabia que tan natural le queda a Rikard Sjöblom.

Este Día Cuerdo es un disco en el que Rikard se incorpora definitivamente a los teclados, y consigue terminar de definir el estilo y la intrumentación el grupo, convirtiéndose en el hombre orquesta de la banda, teniendo a su cargo guitarras, teclados y voces. Y con teclados englobo una gran cantidad de timbres, muchos de ellos los responsables del regusto setentero de Beardfish: órganos a lo hammond, mellotrones, sintes analógicos, clavinets, pianos acústicos y eléctricos variados, solinas...

Pero, pese a mi de-formación tecladil, tengo maravillas que hablar del resto de instrumentistas, por feos que sean algunos. Las baterías de Magnus Östgren son un claro ejemplo de cómo tocar lo justo y necesario y nada más. Un kit sencillo, ausencia de alardes y apoyando al bajo de Robert Hansen a formar una sección rítmica sólida y correctísima. Bajo que, por cierto, tiene unas líneas muy creativas, desde las más saltarinas hasta las más íntimas, pero casi nunca están esas dos manos quietas.




¿Guitarras? A pares, oiga. Tanto David Zackrisson como Rikard reparten riffs y melodías que se entretejen y complementan a la perfección. De hecho, lo polifacético que es Rikard nos lleva a dividir los temas de Beardfish en dos tipos principales: aquellos en los que él lleva el teclado y aquellos en los que él lleva guitarra. Canción tecladera contra canción guitarrera. En las primeras es David el que brilla con sus acompañamientos y solos melódicos, y en las otras se produce uno de los ingredientes que más me gustan en sus discos: los solos de guitarra limpia o con poca distorsión que llevan dos líneas paralelas armonizadas o bien un diálogo en el que se suceden preguntas y respuestas entre ellos.

Vistos a grandes rasgos los pormenores tímbricos de Beardfish a partir de este álbum, y que mantienen en gran medida en los sucesivos, vamos a ver qué se cuece en particular en este The Sane Day. El primer disco en esta entrada, el segundo en la siguiente, para no pecar de cansino. Vamos allá.



A Love Story es muy coherente y no tiene demasiadas piradas de pinza. Para ser Beardfish, quiero decir. La orquestación es consistente, apoyándose fundamentalmente en los órganos una vez pasada la introducción, y dando más peso a las guitarras hacia el final. Tiene muy delimitadas las partes vocales de las de solos, y líricamente está en el punto de miseria, con diálogos entre el protagonista y su (ya no) pareja. Y así, tras la conversación (por llamarla de algún modo) comienza la aventura.

Con las tres primeras pistas ya vemos una variedad estilística deliciosa. Sun is the devil es una pieza mayormente tranquila basada en guitarra y voz, con varias secciones que se suceden rápidamente en poco más de dos minutos y da paso a Mudhill, con una atmósfera que cambia entre lo semioscuro y lo juguetón, comenzando con otro de los rasgos Beardfishianos por excelencia: unísonos de voz y teclado o guitarra.

Y tras este grupúsculo de temas llegamos a The Gooberville Ballroom Dancer, que es rockera, caótica y jocosa a partes iguales. Muy efectiva. Canción guitarrera, con esos juegos entre ambos guitarristas y más unísonos de voz y guitarra, aún más complicados. Narraciones, personajes y chistes, todo en uno. ¿He dicho ya la palabra "exceso" al hablar de los suecos? Pues viene otra taza más con Igloo on two. Es instrumental, empieza molona con guitarra y clavinet. La parte posterior del ostinato de bajo es gloriosa, y cómo van luego haciendo intermelodías los dos solistas y da paso al caos con ese elegante relleno de batería PERO NO, espera otro compás al cambio. y luego tiene una parte de puro caos electrónico antes de volver a aguas tranquilas, donde nadan perros y una cabra (yo también estoy mal de la cabeza).


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Y queda otro cúmulo de tres temas para acabar este primer cd, comenzando por Tell Tales. El comienzo de bajo es glorioso, y cómo se van uniendo los instrumentos hasta que entra la voz y comienza la narración es oir para creer. ¡Cómo entretejen melodías estos tipos! Y cuando creemos el espíritu del tema establecido, nos dan un giro con un glockenspiel y luego otro más funky. Retoman, repiten, solean, cambian y tú gozas. The Basic Blues es una de esos temas engañosos en los que todo parece feliz y etéreo y de repente te meten una sección que te acojona. Tiene una parte intermedia muy interesante, con unas cuerdas sintéticas que me recuerdan demasiado a Chrono Trigger (y eso es MUY bueno) y unos solos floridos encima... y luego ominosidad. Y después lucimiento en batería con un juego de rimshot super resultón, muy Chrono Trigger de nuevo (a lo Brink of time, para los que conozcan la banda sonora). Y para acabar...

The Summit. Tiene uno de los comienzos que más me han flipado en los últimos años, con esas dos guitarras armonizándose mutuamente, con su tono de decadencia, de perdición. Son de lo mejorcito. Y luego un recurso que me enamoró: intercalar notas de las dos guitarras haciendo un único arpegio, una por cada auricular, el colmo del entretejimiento (palabra que he usado y usaré mil veces al hablar de los Pezbarba). Sonido maligno, transiciones inesperadísimas y un final intenso con guiño a las cuerdas Chrono Triggeras. Y ahora es cuando puedes respirar, tomar un descanso de unos segundos antes de seguir con el segundo disco. Que es material para otra entrada, que esta ya es excesivamente larga. Y prometo que será más cortita.



Artista: Beardfish

Álbum: The Sane Day

Año de publicación: 2005

Nacionalidad: Suecia


Escuchar: Spotify


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